El
bien pensar
Este
concepto se desprende como una necesidad a partir de elaborar o pensar una
ética de la comprensión pues el ejercicio de dicha comprensión requiere
necesariamente de un modo de pensar no arbitrario, que se condiga con la
percepción del otro como un todo.
De
modo que siendo el ser humano una entidad compleja, requiere en su interacción la utilización de
los principios de un conocimiento pertinente, ( tratados en el cap II) , de
manera de desarrollar un modo de pensar que permita comprender las condiciones
del comportamiento humano en todas sus dimensiones.
Esto
es, el desarrollo de un pensamiento que nos permita sortear las trampas del
egocentrismo y socio-centrismo, y la reducción de la percepción del otro a
aspectos parciales de su condición humana.
El
bien pensar, ubica al sujeto frente al otro desprovisto de una visión atrofiada
por la necesidad de consagración y gloria, y contextualiza la comprensión del
ser humano en la del individuo singular y complejo, global y local, haciéndolo
identificarse con todos sus congéneres.
La
introspección
“El
auto-examen crítico nos permite descentrarnos relativamente con respecto de
nosotros mismos, y por consiguiente reconocer y juzgar nuestro egocentrismo.
Nos permite dejar de asumir la posición de juez en todas las cosas.” Pag 55.
El
auto-examen es necesario por cuanto la comprensión de cualquier asunto conlleva
una traducción mental de este, en que usamos nuestros propios conceptos,
paradigmas, debilidades. El no reconocernos como seres que tendemos al
autoengaño, que tenemos carencias, nos impide reconocernos como seres humanos
esencialmente iguales y por tanto interiorizar en nuestro ser al otro,
identificándonos con él.
Este
concepto se desprende como una necesidad a partir de elaborar o pensar una
ética de la comprensión.
La
apertura subjetiva (simpática) hacia los demás
Como
la comprensión del otro requiere identificación, lo que habitualmente no se da
en forma natural ni espontanea, se hace necesario instar una apertura hacia los
demás. Con esto entendemos que se requiere una decisión personal de
identificarse con el otro, esperando que el ejercicio de esta en lo cotidiano
se derive en una actitud permanente de apertura.
La
interiorización de la tolerancia.
La
conciencia de la complejidad humana, como idea principal, nos lleva
necesariamente a reconocernos como seres humanos con similares o contrarias
convicciones de fe, elecciones éticas, e ideas. Surge entonces, la necesidad de
soportar la expresión de ideas contrarias a las nuestras: tolerancia.
Según
Morín, existen cuatro grados de tolerancia:
-Primer
grado, expresado por Voltaire: “Evitar imponer nuestra propia concepción de lo
innoble para prohibir una palabra”. En otras palabras, evitar hacernos jueces
imponiendo para ello nuestros propios y singulares puntos de vista.
-Segundo
grado, es inseparable de la opción democrática: El principio democrático ordena
a cada uno respetar la expresión de las ideas antagónicas a las suyas.
Tal
actitud requiere del ejercicio de sublimar el ego, que quiere imponer sus
propias convicciones a otros con el objeto de validar y justificarse a si
mismo, no tolerando ideas opuestas a las que lo validan.
-Tercer
grado, obedece al concepto expresado por Niels Bohr: “el contrario de una idea
profunda es otra idea profunda”.
La
incertidumbre del conocimiento nos indica que cohabitan en nosotros ideas y
mitos. Luego, necesitamos entender que siempre es posible estar equivocado o
poseer un conocimiento incompleto respecto a un asunto o materia, de manera que
el tener la capacidad de abrirnos a otros puntos de vista siempre es necesaria
como fuente de renovación personal. Así, este grado de tolerancia se constituye
en una poderosa herramienta en contra de la ilusión y el error.
-El
cuarto grado, proviene según Morín, de la conciencia de la enajenación humana,
entendiendo tal enajenación como un éxtasis o fascinación irracional de la
persona respecto de ideas, ideologías, doctrinas o dioses. Tal conciencia va de
la mano con considerar, al mismo tiempo, los desvíos que en estos individuos
produce, llevándolos fuera de los fines y principios de tales ideas. Conocidos
son de todos nosotros los grupos extremistas islámicos, que finalmente van más allá de los
verdaderos fundamentos de su fe llevando actos violentos repudiables, aún por
sus pares. Siendo este un ejemplo extremo de tales enajenaciones. La
tolerancia, por tanto, es a las ideas y no a las agresiones, descalificaciones
o insultos.
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